
Independientemente de lo que piense cada cual, lo cierto es que todo el mundo estará de acuerdo que no es nada saludable para la sociedad en su conjunto llevar más o menos, siete leyes, siete, según se mire, en este tiempo de democracia:
LGE, 1970 (esta no cuenta, pero es el punto de partida)
- LOECE, 1980.
- LODE, 1985.
- LOGSE, 1990.
- LOPEG, 1995.
(LOCE, 2002. No llegó a aplicarse) - LOE, 2006.
- LOMCE, 2013.
- LOMLOE, 2020.
El panorama es… desolador y puede que la medida del fracaso de los gestores de este país durante este corto período en términos históricos, dado que no son capaces de ponerse de acuerdo ni en esta cuestión esencial, de tal manera que hay que ir creando, maquillando, retocando, parcheando un texto legal tras otro, textos que que debieran ser sólidos si el objetivo fuera disponer de una base firme sobre el que construir el futuro de la sociedad.
Y es que la educación es pilar fundamental de la sociedad, que digo yo que en eso estaremos de acuerdo. Y es por ello que las leyes que la organizan deben permanecer con los menores cambios posibles, (que sí, que algo hay que cambiar, pero en base a resultados), o lo que es lo mismo, consensuadas por todos los agentes de la sociedad, si realmente se quiere ver el fruto de su aplicación, precisamente porque los resultados no se deberán notar sino a largo plazo.
El problema es que los efectos negativos de estas actuaciones se están apreciando a corto plazo, y este hecho en sí, es malo, muy malo… es claro síntoma de que algo no va como debiera. Si se me permite una comparación traída por los pelos, el hecho que apreciemos el cambio climático, hecho que ya pocos niegan, en el transcurso de nuestra vida, estaremos de acuerdo que no es nada bueno…
Es por eso que debiera de haber un consenso entre los mencionados gestores, al menos de mínimos, en cuanto a conocimientos a impartir, el grado de exigencia y compromiso por parte de los educandos, la exigencia y compromiso por parte de los educadores, las actuaciones consensuadas ante casos especiales, el acompañamiento y apoyo a la investigación, captación incentivada de los titulados evitando así que otros países se aprovechen de lo invertido en su formación.
PUEDE que así pudiéramos evitar el mal denominado fracaso escolar. De hecho no existe el «fracaso escolar», en todo caso será el fracaso de la sociedad al no disponer de los instrumentos necesarios para canalizar inquietudes intelectuales, que siempre las habrá, de los jóvenes.
PUEDE que así evitemos la lasitud – laxitud, la pereza intelectual, que hallan su alimento en los aprobados por decreto y otras lindezas por el estilo, mecanismos nefastos que permite pasar de curso sin haber adquirido alguno de los conocimientos, lo que implica catalogar esos conocimientos como innecesarios o menos importantes… Conocimientos de segunda?
PUEDE que así generemos actitud crítica ante la vida, apetito de conocimiento, riqueza intelectual, más solidaridad y por ende una sociedad mejor, más justa y eficiente-
PUEDE…
Aderezo la entrada con el siguiente enlace, una perla de José Antonio Marina, filósofo, educador, divulgador, con cierta voz en los medios pero desde luego no la suficiente, sobre este mismo tema: