La calidad se ha ido imponiendo en nuestras empresas gráficas. Si bien, es cierto, de un modo reactivo por lo general (como exigencia implícita o explicita de los clientes).
Este hecho supone el cumplimiento de las normativas al uso y poco más, sin una concienciación clara, por parte de la dirección, de los beneficios que puede aportar una implantación “real”.
No se puede permitir desaprovechar una herramienta que cuesta dinero (se crean departamentos, se pagan responsables, se paga la certificación y las auditorías,…) y que bien utilizada ayuda a optimizar el beneficio.
El gráfico que muestra las curvas de costes asociados a la calidad que se aporta, es un clásico en los cursos de formación sobre calidad y expresa de manera efectiva las ventajas que puede ofrecer a la organización una implantación de la función de la calidad efectiva.
De momento no vamos a determinar como alcanzar el punto óptimo y donde se halla éste. Conformémonos por ahora por fijarnos en al parte del izquierda del gráfico del gráfico donde podemos apreciar que al incrementarse ligeramente la curva de los costes de calidad bajan drásticamente los costes de no calidad (aquellos debidos a reprocesados, mermas y desperdicios, etc.) Así de sencillo.