Estaremos de acuerdo en que proyecto gráfico puede tener diferentes grados de complejidad y de exigencia por parte del cliente. Así, constatamos que un gran porcentaje de los proyectos no requiere un gran despliegue de acciones de comprobación (poca complejidad, poca exigencia): buzoneo, cartelería general, tarjetas, folletos,…
Al posicionarse en relación con las pruebas, el diseñador puede tomar dos posturas bien diferenciadas y toda una serie de soluciones intermedias, a saber:
- Decide adaptar las pruebas a realizar en función del grado de exigencia del cliente y las dificultades técnicas del producto o productos generados en el proceso
- Establece un mínimo de pruebas independientemente del grado de exigencia del trabajo.
Teniendo en cuenta que las pruebas suponen un coste, a veces importante, y que en ocasiones es difícil imputar el coste al presupuesto, la primera opción es bastante razonable (realizar las pruebas requeridas y nada más). Los problemas potenciales derivan la dificultad de determinar cuál es el punto de inflexión y que deberá quedar convenientemente establecido en la fase de análisis y el hecho de negociar por cada trabajo la inclusión del coste de las pruebas (siempre que no se esté dispuesto a asumirlas).
En el segundo caso se establecen unos niveles de prueba adecuados para la mayoría de los trabajos más comunes (el progresivo abaratamiento de las pruebas favorece este planteamiento) por lo que esta dinámica regular permite una mayor agilidad en la ejecución evitando riesgos de fallo. Esta postura implica cargar de modo regular este coste en el presupuesto lo que puede suponer presupuestos más altos o márgenes más estrechos que la competencia.