Si no disponemos de las fuentes originales y hemos conseguido fuentes de dudoso origen, la recomendación es clara: deberemos trazar los textos que incorporamos al trabajo (contornear según otros programas).
El caso es que con el trazado, liberamos a los textos de su vínculo a un archivo de fuentes, bien en el sistema, en la aplicación o en el documento. Con el trazado el texto se convierte en un trazado como otro cualquiera perdiendo los atributos asociados al texto (por lo que las manipulaciones de estos atributos deberemos habérselas realizado antes) y ganando la manipulación directa por medio de puntos de ancla y manejadores (en según qué aplicaciones).
Lo normal será contornear textos en productos tales como carteles, tarjetas, flyers, posters, etc. Tampoco debería haber problemas con dípticos, trípticos y políticos en general. No es recomendable, aunque posible, contornear textos de libros a menos que estos dispongan de un número bajo de páginas (pongamos menos de 100).
No es oro todo lo que reluce, determinadas tipografías de fantasía (llamémoslas “rotas”) son peligrosas en cuanto a trazado dada la cantidad de puntos y trazos que se generan. Es aconsejable como siempre, hacer las pruebas pertinentes.
Y recordemos que el hecho de trazar una fuente no significa apropiártela, una fuente con derechos sigue teniendo los mismos derechos una vez trazada (salvo que se manipule, deforme y distorsione que sea irreconocible con respecto al original. Si es reconocible será obra derivada y estaremos en el mismo caso). Como todo, es relativo, depende del uso.