Partiendo de la máxima que de una materia prima mala solo podremos obtener un producto malo o en el mejor de los casos mediocre (lo cual no tiene porqué ser necesariamente malo ya que puede ser de interés para ciertos trabajos de exigencia baja), trataremos en las siguientes entradas los requisitos básicos estrictamente técnicos que permitan determinar si un original tiene la calidad mínima necesaria para los procesos de producción que requieren trabajos con un nivel medio de exigencia.
Como punto de partida conviene tener muy presente que la transformación del original siempre supone una inevitable pérdida de datos.
El origen del proceso son los millones de colores que componen el espectro cromático y que el ojo humano está capacitado para captar.
La cámara fotográfica así como los escáneres permiten capar buena parte de esos millones de colores dependiendo de la tecnología utilizada, la digitalización asociada en el tratamiento actual supone la parcelación del color (pixelización) si bien a una escala no apreciable por el ojo humano (salvo error o decisión consciente), los procesos posteriores para obtener la reproducción rebajan considerablemente el número de colores que se pueden obtener, así en la impresión offset, por ejemplo, no se conseguirán obtener más de 64.000 colores salvo en determinadas áreas donde, mediante la adición de colores a mediada este número puede verse incrementado (reproducción de facsímiles por ejemplo).
No obstante lo dicho, esto no supone problema dada la especial constitución de la percepción visual humana, fundamentada en la captación de los aspectos considerados de manera inconsciente determinantes en una escena y cuyo fin fundamental es el instinto de supervivencia.
Es decir que un observador no experto ni condicionado no encontrará ningún problema en reconocer y dar por válida la información vehiculada por una imagen impresa que contiene esos “escasos” 60 o 70.000 colores y que trata de representar una imagen original de la naturaleza que constaba de millones de colores.
Incluso una imagen defectuosa (por ejemplo en la que aparece un color “memoria” (los cuales trataremos más adelante) mal reproducido, puede ser compensada inconscientemente el cerebro del observador para obtener la información relevante sin que se vea influenciada por un defecto en la percepción del color (establecido inconscientemente como menos relevante).